Los gatos son animales que nadie en occidente esperaría encontrar entre los ingredientes de un plato. Pero en China y Korea del Sur son convertidos precisamente en eso.

Los gatos son criados en naves apartadas de las ciudades o capturados en la calle para luego ser vendidos en mercados. El silencio de los animales deshidratados y desesperados en los mercados es terrible. En Korea del Sur son frecuentes las historias de quienes encuentran mercados en las que las jaulas amontonadas en pilas de hasta tres o cuatro esconden a indefensos gatos algunos vivos, otros muertos. Algunas gatas extenuadas de calor, deshidratadas enfermas, todavía intentan confortar a sus gatitos.

Una vez en las manos de sus asesinos, estos les arrojan vivos a tanques de agua hirviendo de los que los gatos lucharán inútilmente por escapar. El dolor es máximo, la piel empieza a hincharse y cada vez que tratan de respirar el agua hirviendo entra en sus pulmones quemando todo a su paso, los ojos se les queman... no hay parte del cuerpo que no les duela el sufrimiento segundos antes de su muerte es inimaginables. Tras varios minutos de agonía, finalmente mueren por las quemaduras o ahogados. Una vez muertos, sus cadáveres serán cocidos hasta que prácticamente se disuelvan en el agua y formen una especie de caldo denominado "Goyangi-tan" (literalmente "gato líquido". Esto le sucede a varios centenares de miles de gatos cada año). Probablemente mientras estés leyendo esta descripción, varios de ellos la están sufriendo en sus propias carnes.

Sin duda esta práctica resulta aterradora para quienes vivimos en sociedades occidentales y conocemos a los gatos personalmente. Sin embargo, sin ir tan lejos como hasta el otro lado del mundo, encontramos que la práctica de matar a los animales arrojándoles en agua hirviendo directamente está incluso más extendida aquí que allí. Tanto en toda España como resto de Europa y EE.UU. millones de cangrejos, langostas y centollos son metidos en vida -y plenamente capaces de sentir- en ollas con agua hirviendo en las cocinas de restaurantes y casas de medio mundo. Estos animales, a pesar de lo extraños que nos puedan resultar o de la poca empatía que puedan provocar, son tan capaces de sentir como lo es cualquier gato.